Todos tenemos, desde luego, derecho a descubrir la pólvora (diría también la obligación de descubrirla, pero no quiero parecer un militante), y no únicamente a descubrirla una vez, sino todos los días, a cada rato. A lo que no tenemos derecho es a patentarla ante ninguna agencia, ni (mucho menos) a monologársela a nuestros contertulios ocasionales o habituales. Por lo demás, podemos hacer con nuestra pólvora -siempre recién descubierta-, lo que se nos ocurra; lo que sea que nos ayude a entender o a creer que entendemos el chiste. Podemos fumarnos la pólvora, agregársela al mate, aspirarla cortada en rayas, espolvorearla sobre los huevos fritos para insuflarles vértigo, refregarnos las manos con ella antes de ponernos a escribir nuestro soneto inverso; en fin, cada uno sabrá.
lunes, 8 de diciembre de 2025
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